Aún recuerdo bien cuando el viejo profesor Eduardo Momeñe reactivó un taller de fin de semana, con tan solo proyectar la foto de “El beso” de Doisneau que todos conocíamos y decirnos que era una escenificación, cosa que no todos los sabíamos entonces, y se abrió un debate acalorado, apasionado, participativo…se estaba cuestionando uno de los grandes principios del reportaje: la veracidad del contenido de una fotografía.
Para mi la historia de esta fotografía es una de las más curiosas e importantes de la historia de la Fotografía y voy a intentar resumir los hechos, aunque vaya por adelantado que hay versiones diferentes. Yo me fío más de las que han dado su nieta Clémentine Deroudille en la película documental que dirigió en 2016 y titulada “A través de la lente” , y la de un gran historiador como Quentin Bajac, que le dedicó un libro titulado “Robert Doisneau. Pescador de imágenes”.
La fotografía fue tomada en abril de 1950 en un reportaje encargado por la revista americana LIFE y que se publicó en junio de ese mismo año. Doisneau contrató a una pareja de estudiantes de arte dramático, que además eran novios, y les hizo un reportaje por todo París, besándose en muchas situaciones.
Curiosamente la imagen se hizo famosa 3 décadas después cuando en 1979 Doisneau publicó su libro “Trois secundes d´eternité” (Tres segundos de eternidad). Pasó a ser un símbolo de París como ciudad del amor, se publicaron miles de posters y todo tipo de souvenirs y sus usos han sido muy diversos como por ejemplo una campaña de SOS Racisme en 2006. Y tras este éxito comercial inesperado fue cuando empezaron los problemas para Doinneau.
Aparecieron muchas parejas que decían ser los sujetos de esa foto, en 1993 un matrimonio le puso una demanda, que fue desestimada. Pero inmediatamente Francoise Bornet, la verdadera modelo de la fotografía puso otra demanda por “explotación abusiva de la imagen”. La demanda también fue desestimada aduciendo el juez que no se la reconocía en la imagen.
Pero todo esto que le sucedió a Doisneau el año anterior a su muerte le supuso un auténtico calvario. Muchos admiradores suyos, en ese momento era una auténtica figura nacional francesa, se sintieron traicionados al enterarse en el juicio que la fotografía era “falsa” y a Doisneau le llovieron las críticas, le reprochaban que había trucado la realidad. Murió muy triste por toda esta situación y hay quién dice que enfermó por ello.
Antes de entrar en el debate fotográfico, me queda por contar el desenlace final de esta historia que parece propia de película. El epílogo tuvo lugar dos décadas después, cuando en 2005 un coleccionista suizo compró la copia “original” que Doisneau tenía por costumbre regalar a sus modelos. Francoise Bornet cobró casi 200.000 francos, record de una fotografía de Doisneau. Al final el autor recompensó sin poder saberlo a la modelo una parte de los beneficios del éxito de la fotografía, que al parecer, en el juicio se comprobó que para el fotógrafo no fueron tantos.
Pero volvamos al debate de fondo. El pie de foto de esta fotografía en el reportaje de LIFE de 1950 decía: “Fue un beso rápido”, expresión que nos acerca a lo documental.
Quentic Bajac le defiende así en su libro: “Lo cierto es que él nunca había ocultado a quienes le preguntan que muchas de sus imágenes eran fruto de una puesta en escena con figurantes”.
Este es el debate eterno de fondo que planea sobre esta historia: ¿hasta qué punto se puede intervenir en la escena en una fotografía de reportaje?.
Anteriormente ya le tocó defenderse a Eugene Smith por acusaciones similares y dijo, no sin falta de cinismo:“Yo no escribí las reglas, ¿por qué tendría que seguirlas?”.
Decía Elliott Erwitt que en este tipo de fotografía de reportaje, “todos queremos creer que es cierto lo que vemos”.
Pero a estas alturas del partido, en plena era postfotográfica, después de la aparición de la fotografía digital, todos sabemos que la verdad es relativa y cuestionable. Pero en el contexto de 1993, que una fotografía en blanco y negro de 1950, de uno de los ídolos mundiales de la fotografía documental, creo que fue comprensible el escandalo.
Confieso que en el taller al que acudí en 2010 con Momeñe, yo también me escandalicé, más bien me dio pena el saber que era una ficción. Recuerdo que mi opinión entonces, y creo que no ha cambiado a día de hoy, es que en un contexto de reportaje documental no es lícito escenificar, porque es un engaño. Cosa muy diferente hubiera sido si se tratara de una campaña publicitaria, o un reportaje de moda por ejemplo. El contexto lo es todo, y cambia por completo el significado y el valor de una fotografía.
Termino con una cita del propio Robert Doisneau que pronuncia en el documental de su nieta, y que pude resumir su filosofía como fotógrafo:
“Para mí no existe la realidad, yo soy un falso testigo, yo muestro la faceta de la vida que me conviene y digo:<Como es una foto, es irrefutable>.
Me conviene un mundo de gente divertida a la que le guste bromear, gente con muchos amigos, eso es lo que a mí personalmente me gusta mostrar.”
Podéis ver el documental completo en castellano:
Os invito a dejar vuestra opinión en los comentarios de debajo. Gracias
Bonito artículo, koldo. Creo que ni entonces ni a día de hoy, tendría importancia la contratación de actores para un reportaje. Nunca dejará de ser una de las más bellas imágenes de la fotografía.
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